Escupir al cielo para que te caiga en la cara
Vivir en el Ecuador duele mucho. La situación que atravesamos se vuelve cada vez más insostenible. Parece un puente a punto de caerse, al que cada día se le clava una nueva madera, un curita, que no alcanza a cubrir la herida abierta y por la que supura un horrible líquido. Sé que, aunque mi situación es relativamente buena, no puedo dejar de mirar la tormenta sin miedo. No soy de hacer como si nada cuando sé que otros están hundiéndose.
Mientras
tecleo en la oficina, observo por la ventana un grupo de albañiles parados,
esperando el dueño de la obra con su paga. Llega tarde y con las manos vacías.
Solo trae consigo unos papales y la compañía de una bruja. Miro los rostros
enojados de esos hombres. Reconozco su furia, su impotencia y rabia por esos
infelices. Salir a trabajar para no recibir el dinero que necesitas para
subsistir, debe ser de lo más hijueputa en esta vida. Y vaya que tuve
experiencia con esa clase de miserables que se aprovechan de la necesidad de
los otros.
Literalmente
estamos a oscuras. Vivimos por horas y a destiempo, mientras esperamos el
racionamiento de luz eléctrica. El Gobierno de Daniel Noboa no atina otra
solución que dejarnos 10 horas diarias sin este servicio. No hay otra cosa que
se pueda hacer. Y no es que lo defienda, pero, ahora mismo, todas las
maravillosas ideas como la implementación de otras fuentes de energía quedarán
para el futuro. Ahora esa es la realidad que tenemos. Es vivir un sálvese quien
pueda.
Inicie con
el título escupir al cielo para que te caiga en la cara, porque recordé cómo
veíamos (me incluyo) a Venezuela. Por encima del hombro y desde la burla en los
memes. Pensando en que el Ecuador jamás pasaría duras situaciones como la que
tenemos actualmente. Y llegó el día. Hablamos demás, y algunos con desprecio
incluso. Ahora sentimos una crisis profunda, que se sostiene por obra y gracia
de la gente que sale a trabajar como sea y en lo que sea.
Y no pienso
en romantizar este desastre. En pintar de colores este incierto panorama,
exaltando las actividades que puedes hacer sin luz, como los lamebotas de
Noboa. Aquí no habrá eso. Lo que quisiera es que un día dejásemos de ser las
víctimas que no pueden hacer más que afrontar las cagadas de los que lideran
este país y seamos partícipes de cambios. Porque sequías habrán más seguido seguramente
y la solución no puede ser regresar a ver al cielo esperando la voluntad
divina. Va más allá y no es algo imposible.
Las energías
eólica, solar o térmica existen hace mucho, pero acá no se a hecho nada por
hacer verdaderas inversiones en cambiar esa realidad, volviéndonos dependientes
del sistema hídrico. Hay que notar que los gobernantes y sus acólitos, tanto
los actuales como los pasados, saben perfectamente de la existencia de las
mejoras, pero no lo hacen. Y el por qué, corresponde a que mantenernos cautivos
de sistemas caducos es parte de su plan de dominio y corrupción. Saben lo que no
hacen y es a propósito.
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