Entrar en el agua
A lo lejos veo como el agua cae con fuerza contra el suelo. Las gotas se hacen trizas y se funden al viento. Me dejo ir en esa inmensidad donde no soy nada. Ya no pienso y solo existo de alguna forma como el resto de seres vivos que ahí habitan. Me siento ser el que pude, cómo dice el Pájaro Febres Cordero, aunque apenas llevo 30 encima y menos textos que él por supuesto. Aunque quizá el destino se apiadó al fin y me dispuso una Cata para mi. Un te amo me quema por dentro y se me sale de la boca. Cae como el agua por las comisuras de mis labios.
Pasan los días. Vuelvo a ser yo ( hago como si supiera en verdad cómo soy). Más o menos de un peso igual que siempre y con la espalda molida en un trabajo de mierda. La rutina vuelve a asfixiarme un poco. Y todo parece peor cada vez. Es decir, de la putrefacción hacia algo más oscuro y pestilente. Pero que no se crea que es únicamente el saberme atado a un trabajo donde la planificación es un cero a la izquierda. Es algo más. Ese algo que todos tenemos por dentro y reluce solo en ocasiones como la sombra en el sol. Soy consciente de aquello y quema.
Decía que hay más oscuridad. En Ecuador, el terror en las calles azota. Asesinan a Fernando Villavicencio, un candidato presidencial. Tal cual como cuando Pablo Escobar acabó con la vida de Luis Carlos Galán en Colombia. Y la poca fe que uno tiene se va como las heces en el inodoro. Hacia otra mierda más grande. Y no es que sea un defensor suyo. Solo quiero notar que si eso le sucede a quien tenía custodia privada y policial; ¿Qué nos espera a los llamingos de a pie? Es muy grave lo que sucede en este país donde contar muertos se ha vuelto deporte del Estado.
La cabeza me pesa como si tienen idea. (Todos y todas tienen duelos que carcomen). Hay gris, demasiado gris para mi gusto. No sé ya nada. No quiero saber. Bueno, esto si: tómame de la mano, sabes que no aguanto los aterrizajes. Porque hay que asumir que, a veces, duele vivir. Duele este contexto y este vacío. A mi sin tu aliento impidiendo que la nada me consuma y termine de aniquilarme de una vez por todas. Pero se que llegaré a ti como el agua hacia el suelo, aunque no tan rápido.
Y parece a propósito que todo sale en contra. Definitivamente del árbol caído todos hacen leña. Incluso hasta la comida que me sirven en el restaurante es una porquería, el bus de retorno a casa no espera y se va. (Más tiempo en la parada). Y así no hay nada que aliente un pensamiento positivo. No creo que me vendría bien tampoco un discurso a gritos del célebre Daniel Habif o de un texto de Paulo Coelho. Prefiero una cruda frase o una canción que me lleve lejos de aquí.
Por ahora me queda pensar en Perry y Dick llevándose una parte de este maldito vacío gracias a la pluma de Truman Capote. Y esperar otro texto que me derribe esta nada que flota en mis sesos. Y tú, en nuestro lugar. Nada más.
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