Querer la tierra
Pasa el tiempo como siempre. Y aquí seguimos. Con vida y la resaca de días pasados. Con más pena que gloria. Seguimos desde nuestras trincheras sorteando las adversidades diarias. De pronto veo la tierra, el suelo que nos sostiene y sigo pensando en los comuneros de Olón. Esa gente que sobresale como pocas comunidades en el resto del Ecuador. Resistiendo pese a las amenazas y las máquinas depredadoras de naturaleza. Defienden y quieren a la tierra.
Me manifesté en las redes
sociales, desde la comunidad de acostarme en mi cama y un mínimo esfuerzo para
sostener el smartphone y enviar la queja correspondiente. Así va la rebeldía
hoy en día: bastante digital. Pensé de algo serviría aumentar la queja social
para evitar que la Primera Dama, Lavinia Valbonesi, logre su cometido de
construir en un manglar protegido y dañar tan buen lugar para meterse más plata
de la que ya tiene.
Y si les soy honesto, no
soy precisamente un defensor de la naturaleza, pero si me gustan mucho los
árboles. Con ese gusto no he hecho nada, la verdad sea dicha. Quizá tener una
foto para mi galería. Más nada. Eso no implica que justifique que los abusivos
que están en el poder hagan lo que se les de la gana, pasándose por donde no
les da el sol, la Ley. Que guste o no está ahí. Y que aparte, es mucho el bien
que nos hace la naturaleza como para estar talando. Las sombras de sus ramas
son necesarias. Sino lo piensan así vean las olas de calor que azotan el mundo.
Más de 40 grados centígrados en los Estados Unidos. Y en China como el doble.
Pero más allá de contar
la nueva canallada (o la vieja canallada de nuestras élites criollas en su
quehacer sinvergüenza), quiero hablar de esa gente que defiende la tierra. Como
con pancartas, ollas comunitarias, acompañamiento, gritos y presencia en el
manglar, la gente de Olón defendió su suelo. A pesar que el Estado en vez de
proteger los derechos de la naturaleza como es su obligación, dispuso la
presencia policial con afán de “controlar” disturbios. Dejando bastante claro a
quién defienden, intereses privados por supuesto.
Y ver ese grito colectivo
me alienta de cierta forma. Saber que aún hay gentes capaces de defender sus
territorios. Gran ejemplo es el que han hecho las comunidades de los pueblos
originarios aquí en Ecuador y en otras partes del mundo. Porque creo firmemente que defender la tierra
es defender la vida (sepan disculpar este cliché tan verdadero). Reconforta que
hay algo de coherencia y agradecimiento en proteger el suelo donde crece la
comida. Aunque sean apenas un puñado de seres humanos haciendo algo por el resto.
Y finalmente si
consiguieron que se suspenda la construcción de tal edificación en un lugar
privilegiado para la vida. Espero que así se mantenga para siempre y los Noboa
Valbonesi dejen de confundir al resto del Ecuador como parte de su bananera.
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