Escupir al cielo para que te caiga en la cara
Vivir en el Ecuador duele mucho. La situación que atravesamos se vuelve cada vez más insostenible. Parece un puente a punto de caerse, al que cada día se le clava una nueva madera, un curita, que no alcanza a cubrir la herida abierta y por la que supura un horrible líquido. Sé que, aunque mi situación es relativamente buena, no puedo dejar de mirar la tormenta sin miedo. No soy de hacer como si nada cuando sé que otros están hundiéndose. Mientras tecleo en la oficina, observo por la ventana un grupo de albañiles parados, esperando el dueño de la obra con su paga. Llega tarde y con las manos vacías. Solo trae consigo unos papales y la compañía de una bruja. Miro los rostros enojados de esos hombres. Reconozco su furia, su impotencia y rabia por esos infelices. Salir a trabajar para no recibir el dinero que necesitas para subsistir, debe ser de lo más hijueputa en esta vida. Y vaya que tuve experiencia con esa clase de miserables que se aprovechan de la necesidad de los otros. ...