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Escupir al cielo para que te caiga en la cara

Vivir en el Ecuador duele mucho. La situación que atravesamos se vuelve cada vez más insostenible. Parece un puente a punto de caerse, al que cada día se le clava una nueva madera, un curita, que no alcanza a cubrir la herida abierta y por la que supura un horrible líquido. Sé que, aunque mi situación es relativamente buena, no puedo dejar de mirar la tormenta sin miedo. No soy de hacer como si nada cuando sé que otros están hundiéndose.   Mientras tecleo en la oficina, observo por la ventana un grupo de albañiles parados, esperando el dueño de la obra con su paga. Llega tarde y con las manos vacías. Solo trae consigo unos papales y la compañía de una bruja. Miro los rostros enojados de esos hombres. Reconozco su furia, su impotencia y rabia por esos infelices. Salir a trabajar para no recibir el dinero que necesitas para subsistir, debe ser de lo más hijueputa en esta vida. Y vaya que tuve experiencia con esa clase de miserables que se aprovechan de la necesidad de los otros. ...

Querer la tierra

Pasa el tiempo como siempre. Y aquí seguimos. Con vida y la resaca de días pasados. Con más pena que gloria. Seguimos desde nuestras trincheras sorteando las adversidades diarias. De pronto veo la tierra, el suelo que nos sostiene y sigo pensando en los comuneros de Olón. Esa gente que sobresale como pocas comunidades en el resto del Ecuador. Resistiendo pese a las amenazas y las máquinas depredadoras de naturaleza. Defienden y quieren a la tierra. Me manifesté en las redes sociales, desde la comunidad de acostarme en mi cama y un mínimo esfuerzo para sostener el smartphone y enviar la queja correspondiente. Así va la rebeldía hoy en día: bastante digital. Pensé de algo serviría aumentar la queja social para evitar que la Primera Dama, Lavinia Valbonesi, logre su cometido de construir en un manglar protegido y dañar tan buen lugar para meterse más plata de la que ya tiene. Y si les soy honesto, no soy precisamente un defensor de la naturaleza, pero si me gustan mucho los árboles. C...

Sendero de cholanes

 Inicia un abril como corresponde: con lluvia a montones. Detrás quedan los hermosos paisajes de los cholanes adornando el paisaje, para llegar hasta mi hogar. Ese hermoso árbol tiñendo de amarillo las tardes en el horrendo tráfico vehícular de la Simón Bolívar es un aliciente. Ese sendero ya no está y pierdo el rumbo de este barco. Hay un naufragio en la ciudad. Y todo empieza, y todo termina también. Escribo nuevamente. Con más pena que gloria intento calar en este blog alguna frase lúcida. La vergüenza no me cabe, pues pensé al inicio que tendría al menos una entrada por mes y no ha sido así. Todo lo contrario a lo que me propuse. Nada es lo que uno quisiera.  En fin, aquí vamos de nuevo. Esperemos mejor suerte en este retorno a las letras, tan necesarias para decir eso que esta dentro de uno y necesita de una hoja en blanco para ver la luz o la oscuridad. Siempre pienso que pese a la superioridad con la que aveces vemos "lo bueno", enrealidad afuera no lo es tanto. Todo e...

Entrar en el agua

 A lo lejos veo como el agua cae con fuerza contra el suelo. Las gotas se hacen trizas y se funden al viento. Me dejo ir en esa inmensidad donde no soy nada. Ya no pienso y solo existo de alguna forma como el resto de seres vivos que ahí habitan. Me siento ser el que pude, cómo dice el Pájaro Febres Cordero, aunque apenas llevo 30 encima y menos textos que él por supuesto. Aunque quizá el destino se apiadó al fin y me dispuso una Cata para mi. Un te amo me quema por dentro y se me sale de la boca. Cae como el agua por las comisuras de mis labios.  Pasan los días. Vuelvo a ser yo ( hago como si supiera en verdad cómo soy). Más o menos de un peso igual que siempre y con la espalda molida en un trabajo de mierda. La rutina vuelve a asfixiarme  un poco. Y todo parece peor cada vez. Es decir, de la  putrefacción hacia algo más oscuro y pestilente. Pero que no se crea que es únicamente el saberme atado a un trabajo donde la planificación es un cero a la izquierda. Es algo ...

No solo los del Titán se mueren

 Ya se discutió bastante del tema y seguramente más de una reflexión fue dicha. Pero necesito sacar esto de mi antes que se pudra y muera impunemente como muchos otros textos, negados a ver la luz porque no lo quise yo. Así es uno a veces: cruel inútilmente con lo que le apasiona. Es decir, lo que ya saben, con alguna gracia espero: 5 millonarios murieron por una aventura marítima a bordo del submarino Titán. Todo por cumplir un capricho y visitar los restos del famoso Titanic, donde otros ricos murieron entre el glamour y el horror. Entre las muchas cosas que he leído al respecto, nunca falta la frase cliché que ‘uno no se lleva nada cuando se muere’. Que ninguna plata podrá salvarnos de los brazos de la parca. Lo sabemos. Reiterarlo no está demás sino estuviera acompañado de la lección de moralidad. De ese consejo no solicitado de aprovechar las cosas que no se pueden comprar. ¿Por qué cuesta tanto dejar de ponerse en ese pedestal? Resulta francamente desagradable. Y más cuando...

Hacer fila mientras sudas

Mientras espero para entrar a un bus, miro como algunos y algunas se saltan la fila valiéndoles un culo el tiempo de los demás. El calor me juega en contra y sudo. Huele a todo y ninguno de esos aromas es precisamente una fragancia de rosas. Es hora pico y las unidades no abastecen la demanda. Las personas luchan por conseguir un asiento y llegar cómodas a su destino. El asiento parece un trofeo por el cual competir, pero no quiero. Me resulta abusivo no respetar el puesto para ganar comodidad y, francamente, lidiar con brutos desde la mañana es dañarse el día completo. Seguramente más de uno ha vivido la anterior escena. Incluso hay rótulos que indican que se debe respetar la fila (¿o quizá ya no estén?). Aunque no creo necesario que una señal deba influir tanto como para que nos comportemos de forma adecuada y con sentido común. No es tan difícil de hacer y si estás atrasado/a, lo lógico es asumir el error y no creerse un vivísimo/a que está por encima y debe irse antes que el rest...

Con miedo del futuro

Entre los miedos más pendejos que uno puede tener está el miedo al futuro. Sin certezas del mañana, la seguridad en uno mismo decide esconderse. Y vienen los fantasmas para apoderarse del dormitorio y de la cabeza. Solo ronda una pregunta sin respuesta ¿Qué será de mí? Nada. Hay solo un eco que carcome hasta las paredes. La nada debe ser lo más horrible del mundo. Y viene la tristeza y las frustraciones y las horas pesan encima mientras afuera el mundo continúa cayéndose a pedazos. Como muestra, un presentador de televisión dice que asesinaron a un joven de 15 años por no dejarse robar. Y hoy nos enteramos que otro infeliz abuso de 8 de sus compañeras en una Escuela de Policía, una mancha más en esa “noble” institución. Aunque se intenta continuar como si nada sucediera dentro del corazón y en mis pensamientos, pasa de todo. Porque nada es lo que era y los planes acá se cumplen poco o no se cumplen, según lo he notado. Todo pierde su sentido y su porqué mientras caigo en el infinito ...